Los sueños de Descartes
Sabído es que los genios suelen ser de lo más peculiares, y no es menos el caso de Descartes. La relación entre el genio y la locura siempre ha sido un mito popular con fuerza, no es extraño teniendo en cuenta que solemos maravillarnos ante las peculiaridades de las grandes mentes de la historia.
Descartes, en muchos sentidos, es incluido en uno de estos casos. Su vida esta llena de anécdotas de lo más variadas que nos presentan a una figura de lo más peculiar. En este escrito le acercamos precisamente una de ellas.
Testimonio de extraños sueños
Para conocer esta historia debemos remontarnos a la madrugada del 10 al 11 de Noviembre de 1919. En esa noche Descartes tuvo un sueño de lo más extraño, que dio lugar a una auténtica revolución en la filosofía.
Si conocemos los extraños hechos que acontecieron esa noche fue porque él mismo se encargó de relatarlos en las primeras páginas, de marcado contenido autobiográfico, de su Discurso del método. Así pues, el mismo francés dejó escrito:
«Hallábame por entonces en Alemania, adonde me llamara la ocasión de unas guerras que aún no han terminado y volviendo de la coronación del emperador (Fernando II) hacia el ejército cogiome el comienzo del invierno en un lugar donde, no encontrando conversación alguna que me divirtiera y no teniendo tampoco, por fortuna cuidados ni pasiones que perturbaran mi ánimo, permanecía el día entero solo y encerrado junto a una estufa, con toda la tranquilidad necesaria para entregarme a mis pensamientos».
Existen también otras notas personales descartadas por el filósofo, y recuperadas más tarde por Leibniz, que apoyan la extraña historia que nos ocupa hoy. Igualmente, sus diarios de viaje, a los que tuvo acceso su biógrafo Adrien Baillet, también guardan el relato sobre tan pintoresco suceso. Y es que, en esa noche, al calor de una estufa, Descartes tuvo tres sueños, que forjaron en una mente brillante ideas de las que aún somos herederos.
El primer sueño
En el primero de esta serie de sueños Descartes cuenta que se encontraba intentando alcanzar una iglesia que nunca alcanzaba, se lo evitaba la fuerza de un enorme y enigmático viento. Sin embargo, según contó, el resto de la gente parecía no tener ninguna dificultad en caminar, solo se lo impedía a él.
El viento acabó por empujarle contra una pared y estando en la misma un viejo conocido entraba en escena para ofrecerle algo que esta fuera de toda lógica… ¡un melón! Al despertar, Descartes comenzó a preguntarse por el significado de dicho sueño, no es extraño, el inconsciente nos impresiona a menudo por sus extrañas formas. Finalmente, no habiendo obtenido el resultado de tal enigma, nuestro pensador cayó dormido de nuevo.
Segundo sueño
El segundo fenómeno enigmático de la noche le ocurrió en un estado de duermevela. Estando en su habitación, en aquella misma noche y tras aquél primer sueño extraño, el francés despertó por el enorme ruido de un trueno. Al abrir los ojos creyó ver su cuarto lleno de chispas de fuego. Pudiera ser un efecto del rayo, del despertar, de la estufa que le acompañaba…Pero sea cual sea la causa lo cierto es que el filósofo se extrañó.
Entonces Descartes quiso buscar una explicación física al fenómeno. Una mente como la suya podría haberla cansado, pero le pudo el cansancio y de nuevo cayó dormido.
Tercer sueño
Posiblemente este tercer sueño es el que hace que aún hablemos de aquella noche. Lo cierto es que los anteriores no pasan de ser una anécdota. Pero el tercero, además de extraño, tuvo una importancia tremenda en la obra del francés, en cuanto que la inspiración fue hija del mismo.
En esta ocasión, Descartes soñó estar en una habitación, un estudio, con la sola compañía de dos libros: un diccionario y una antología de poemas. Deseoso de ver el contenido de este último, lo abrió y se encontró con la frase: «¿Qué camino debería tomar en mi vida?». Paró de leer, levantó la vista y vio a un hombre, un desconocido, que le acercaba un papel. En dicha nota estaban escritas dos palabras: «Sí… y no…».
Por tercera vez en la noche, Descartes despertó y se puso a pensar sobre el significado de todo aquello. Los dos primeros sueños le habían llenado de terror, pero el último le había tranquilizado y le había mostrado, finalmente, su camino. O así al menos lo creyó él. Tras esta ensoñación Descartes, desatendiendo los deseos de su padre, supo que no sería ni soldado ni un hombre de leyes: sería un hombre a la búsqueda de la verdad y a eso consagraría el resto de su vida.
Sea cual sea la trampa del inconsciente que llevo a Descartes a tener estos sueños lo cierto es que tuvieron un enorme impacto sobre él. Tanto es así que comenzó a investigar qué era y que no era dudable, llegando a la conclusión de que había una verdad incuestionable sobre la cual construiría su filosofía: Cogito ergo sum, frase que escribió en su cuaderno y se traduce como “Pienso luego soy” o “Pienso luego existo” como suele conocerse popularmente.
Dicha sentencia daría lugar a un debate filosófico que llega hasta nuestros días, y dio lugar a una obra que erigió a Descartes como el padre de la filosofía moderna..
Lo cierto es que estos sueños no habrían sido nada si no fuese porque
surgieron de una mente maravillosa que despertaron en el la inspiración
para una filosofía metódica (ejemplificada para muchos con el Sí y el
No) de la que tomos somos herederos. Racionalista como pocos, genio sin
duda, pero el padre de la filosofía moderna no dejaba de tener su.
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